jueves, 22 de marzo de 2007

El extraño caso del hombre desnudo


Alberto, una amigo de los de toda la vida, me comentó un día que había oído contar a unos lugareños de un pueblo donde suele ir a cazar que desde hace dos años, coincidiendo con el equinoccio de primavera, aparece un hombre desnudo corriendo por los prados de la zona.

En las prostimerías del invierno uno empieza ya a desperezarse y escuhando un día la radio, empezaron a comentar festejos propios del comienzo de la primavera. Entonces recordé el caso que me había contado Alberto, cogí teléfono y de dije” tenemos que ir”. Él como siempre se plegó a mis gustos, no sin comentar con sorna mis nuevas inclinaciones.

Llegamos al pueblo y fuimos en busca de los prados en cuestión, para mi sorpresa no éramos los únicos: había lugareños y público foráneo, especialmente femenino.

Deambulando por el entorno y, aún sin bajarnos del coche nos cruzábamos con algún vehículo que, como nosotros, estaba reconociendo la zona, salvo una ranchera con la cual casi colisionamos, y que por la velocidad que llevaba, no debía de estar muy interesada en el espectáculo.

Decidimos bajarnos, anduvimos por los distintos prados por espacio de una media hora y el sol ya hacía amago de me meterse cuando, de repente, oímos unas voces de sorpresa y expectación. Nos acercamos rápidamente y, efectivamente, allí estaba:

Se trataba de un hombre de unos 30 años, de altura considerable (1’90 metros), de cuerpo atlético y lampiño (a mi parecer, no muy integrado con el entorno) y, por qué no decirlo, bien dotado, que corría libremente por aquel prado.
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Tras varis carreras se detuvo, se arrodillo y restregó todo su cuerpo por la hierba en movimientos insinuantes y poderosos. Tras emitir una serie de sonidos incomprensibles se incorporó, miró a los presentes, y con un trote ligero desapareció saltando el cercado.

La primera impresión que tuve, fue la de haber visto a un ser verdaderamente libre, en perfecta comunión con la naturaleza; pero me invadían una serie preguntas ¿Qué el impulsaba a ese comportamiento? ¿Quién era? ¿Qué nos pretendía decir? ¿Por qué el publico femenino estaba tan entusiasmado? ¿Por qué no había una mujer en igual situación?

En ese momento sentí un impulso, salte el cercado y me dirigí hacia el lugar por donde había desaparecido. Tras recorrer 500 metros de un sendero estrecho, desemboqué en una zona abierta en la cual sólo había huellas de neumáticos. Las estaba mirando y en ese momento apuntó Alberto “Son de una ranchera”, le miré y dije “¿Qué?”

Si alguien está interesado en presenciar este libérrimo espectáculo la próxima primavera, se puede poner en contacto conmigo. Sé de buena fuente que el año que viene se repetirá.

4 comentarios:

Pedro M. Martínez dijo...

Coño, qué curioso, me apunto.
El año que viene te llamo.
Posiblemente yo también me ponga en pelotas y me revuelque por el prado (evitaré las ortigas).
Y esto ¿por dónde cae?

Un abrazo.

Marc dijo...

Si te animas, seguro que mejora el espectáculo.
Te mantendré informado del lugar, día y hora.

Otro abrazo.

Anónimo dijo...

¿dices que sí...? recórcholis.

Marc dijo...

Como ésto se anime el padro se va a quedar pequeño...

Y sí, tengo información privilegiada que por ahora no puedo desvelar.

Gracias por tu vista.